La lucha contra la impunidad: discurso vs. realidad

La lucha contra la impunidad, otra expresión vaciada de contenido en la última década y de la que también busca apropiarse el oficialismo, en el afán de lograr con su invocación, lo que deliberadamente no busca alcanzar con acciones concretas y efectivas.

Lamentablemente, nuestra provincia, debilitada en su autonomía por la irresponsable inercia de un gobierno anquilosado, se constituye en el eco lastimoso de las prácticas políticas que tanto mal le están haciendo a la Nación.

El caso Nisman, y la pesada y toxica nube de impunidad que lo rodea, fue ninguneado por el gobierno nacional en su discurso, buscando poner foco en un montón de detalles secundarios, y perdiendo de vista lo que desde el principio debió ser su objetivo y responsabilidad principal, encontrar la verdad.

De igual manera el gobierno provincial reprodujo la posición oficial, circunstancia que no sorprende, atento a que en ese espacio político, no solo el disenso, sino hasta la creatividad parecen haber sido sepultadas hace tiempo.

En la Nación, el gobierno promueve y cobija a los violentos útiles que se transforman en el brazo ejecutor de las acciones impopulares pero a su criterio necesarias para disciplinar las voces que desentonen o a quienes piensan diferente.  D´elía, Esteche,  Larroque, por citar algunos.

En Jujuy, el gobernador cubre a sectores como el que lidera Milagro Sala y les garantiza impunidad, avalando o legitimando no solo las acciones violentas, sino también y lo que es peor, la dependencia y el sometimiento de los más vulnerables. Frente a múltiples denuncias, procesamientos y elevaciones a juicios de Milagro Sala y miembros de su organización, por casos como la muerte de "Pato" Condorí, los hechos de Mariano Moreno y el ataque a la sede de Ciencias Económicas, entre otros, el Gobierno Provincial ha mantenido una actitud de protección hacia Sala, alimentando sus prácticas violentas.

Sala es una aliada política de D´elía,  Esteche y Larroque quienes han estado en Jujuy acompañándola en actos políticos y solidarizándose con ella. Todos comparten el mismo ADN que los convierte en socios y aliados estratégicos.

Son justamente estos grupos los que, de manera genuflexa e incondicional, han desnaturalizado sus luchas sociales, desprotegiendo a sus supuestos seguidores y transformándose solo en aduladores del gobierno y prestos a mostrar su adhesión operando en contra de los adversarios.

En ese contexto, ejecutan campañas difamatorias contra los espacios políticos de la oposición, pretendiendo de esta manera, con la violencia y la mentira, lograr lo que de otra manera no pueden.

Se van a ir. El oficialismo está en dolorosa retirada y en Jujuy Fellner no quiere ser el “mariscal de la derrota”, de la segura derrota que lo aguarda y por eso intenta correrse de una eventual candidatura. Mientras tanto, y perdido por perdido, malgasta su tiempo en poner la cara como presidente del Consejo Nacional del PJ, en una actitud de notoria incomodidad pero de extrema necesidad, funcionalidad y sometimiento a su jefa política y en atacar de manera infundada a otros partidos políticos.

Que patético y vergonzoso legado nos deja la “década ganada”. Tanto a nivel nacional como provincial, la institucionalidad, los derechos y libertades, la igualdad ante la ley,  los valores republicanos y la misma democracia, han recibido heridas letales, que llevará tiempo curar.

Los niveles de corrupción, las grandes dudas que todos compartimos sobre temas dolorosos, entre ellos el caso AMIA y todo lo que hay a su alrededor, la falta de verdad, la falta de justicia y la absoluta falta de transparencia en la gestión, son algunos de los grandes desafíos que el próximo gobierno deberá asumir, y para lo cual necesitará refundar las bases de un compromiso verdaderamente democrático con los valores de la República, con la verdad y la justicia.

La impunidad, la violencia y la injusticia, la muerte dudosa de un fiscal de la Nación que investiga al gobierno, el temor y la sensación de desamparo e inseguridad que invadió a toda la ciudadanía, nos han hecho llegar  a un punto en el que con intensidad lacerante vibramos con una convicción compartida: tenemos que cambiar esta realidad y hacia ese cambio nos encaminamos con firme determinación.