CELEBRANDO EL DÍA DE LA BANDERA

Es 20 de junio y es bueno que celebremos el día de la bandera evocando la historia.

Hoy el discurso oficial y los millones de pesos que se gastan (porque en estos términos no es una inversión), en publicidad del gobierno, nos cuentan una historia que pareciera haber iniciado en el año 2003, y todo lo que existe antes de eso, se enmarca bajo un único calificativo “culpables”.

Celebrando el Día de la BanderaEl oficialismo pareciera querer convencernos que todos los que estuvieron antes, solo llevan sobre sus espaldas la carga de la culpa de nuestros males, sin diferencias de partidos. Es más olvidan en esa antojadiza versión de la historia, los desaciertos de gobiernos de su propio signo político.

No hay nada en la historia que cuenta el gobierno en sus actos y discursos que pareciera merecer destacarse, o recordarse desde un análisis reflexivo enmarcado en el contexto de cada época.

El 25 de mayo ya no se habla de sus hacedores, del pueblo de 1810 así como el 20 de junio ya no se evoca la enseña patria. El oficialismo ha convertido al país en un gran escenario de campaña, en donde todo, hasta el dolor más profundo como fueron las trágicas inundaciones del mes de abril, puede convertirse en un espectáculo que se monta para mostrar acciones del gobierno.

Pareciera que no hubo pasado en esta Argentina y que nacimos de un repollo en el año 2003 con el advenimiento del oficialismo al poder. Y en ese entendimiento, todo tiene que tener su marca, su nombre, su sello, y generar en la conciencia colectiva una sumisión mítica de perpetuo agradecimiento y devoción cuasi religiosa, como si las acciones de gobierno que pudieran haber sido eficaces, constituyeran un acto de generosidad del soberano.

Pero así como se interpreta arbitrariamente el pasado, se promueve una lectura deformada del presente. Un presente en el que el gobierno y sus funcionarios parecen no tener responsabilidades. Aun cuando se encuentran a cargo del gobierno, desde hace diez años. 

Se está marginando nuestra identidad. Aquella identidad argentina que trasciende al gobierno, a los partidos y a las diferencias de ideas. Aquella identidad que se forja solo en la memoria colectiva, las tradiciones, el afán por la libertad y que reconoce como única identificación nuestros símbolos patrios.

Estamos olvidando nuestro pasado y estamos olvidando a nuestros hombres y mujeres que dieron a luz a esta Nación a fuerza de su espíritu aguerrido y su tesón irrenunciable.

Es necesario que abramos los ojos, que despertemos a esta realidad, que seamos conscientes de ella, de las responsabilidades que tiene cada uno, de los derechos y fundamentalmente de la necesidad de la pluralidad y la coexistencia de miradas diferentes para garantizar la democracia.

Es necesario que revaloricemos nuestra historia, esa historia grande de esta Patria que con sus aciertos y desaciertos fue esculpiendo la argentinidad en el alma de todos nosotros con colores celeste y blanco y que, tomemos en cuenta,  comienza mucho antes del 2003.

Finalmente es necesario que, al abrir los ojos, podamos comprender que el poder del gobierno debe ejercerse en el marco de responsabilidades y obligaciones. Aquí no hay concesiones amorosas, hay obligaciones que están definidas por la Constitución Nacional y de las que los funcionarios deben hacerse cargo.

Solo así podremos discernir la condición de ciudadanos y la conciencia de nuestros derechos forjados en la historia, de la condición de meros súbditos inclinados a un poder que busca el elogio y el agradecimiento permanente, consolidando una dependencia cruel que aniquila la libertad. 

En el Día de la Bandera recordemos nuestra historia, valoremos a sus hacedores y tengamos la grandeza de superar la mirada corta de los propios nombres, para trabajar con vocación generosa por el engrandecimiento de la Patria, identificados con  la única Bandera que no reconoce diferencias, la bandera argentina.